¿Qué significa “máquina del fango”?

Sevilla, 28/IV/2024

Umberto Eco ha regresado a nuestro imaginario español al haber sido citado en la carta enviada por el presidente Pedro Sánchez a la ciudadanía: “Sin ningún rubor, el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano Umberto Eco llamó la máquina del fango”. Este constructo se desarrolló conceptualmente en la última obra de Eco, Número Cero, publicada en 2015, que fue presentada en la Feria del Libro de Frankfurt, en 2014, con el título en inglés de That’s the press, baby (Es la prensa, cariño), en alusión a la frase de Humphrey Bogart “¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, en el papel de Ed Hutcheson, protagonista en la película Deadline (1952), El cuarto poder, en España.

Eco cita expresamente esta frase en su novela, concretamente en un capítulo que trata sobre las vicisitudes de cómo se elaboran dosieres o noticias como herramientas de desprestigio contra el adversario, utilizadas sobretodo en el ámbito político para deslegitimar a alguien, siendo suficiente divulgar que ese oscuro sujeto de odio, ha hecho algo para crear una sombra de sospecha que acaba extendiéndose como una mancha de aceite. En este capítulo se aborda cómo se puede arrojar fango sobre la adjudicación del contrato de limpieza de la residencia de ancianos Pio Albergo Trivulzio. Es escalofriante cómo describe en este contexto lo que significa un “dosier”, pieza fundamental que alimenta a las máquinas de fango: “Un dosier contiene recortes de prensa, artículos de periódicos donde se dice lo que todos saben. Salvo que no lo sabía el ministro o el líder de la oposición a quien va destinado, que nunca ha tenido tiempo de leer los periódicos, y lo toma como secreto de Estado. Los informes contienen noticias desperdigadas que luego la persona interesada tiene que elaborar, de modo que afloren sospechas, alusiones. Un recorte dice que Fulanito ha sido multado hace años por exceso de velocidad, otro que el mes pasado visitó una acampada de boy scouts, otro más que ayer se le vio en una discoteca. Se puede empezar perfectamente por ahí para sugerir que se trata de un temerario que se salta las normas de la circulación para ir a lugares donde se bebe, y que es probable, digo probable pero es evidente, que le gusten los jovencitos. Lo bastante para desacreditarlo. Y diciendo solo la pura verdad. Además, la fuerza de un dosier es que ni siquiera sirve enseñarlo: basta con hacer circular la voz de que existe y de que contiene noticias —digamos— interesantes. Fulanito se entera de que tienes noticias sobre él, no sabe cuáles, pero todos tienen algún esqueleto en el armario, y ya ha caído en la trampa: en cuanto le pidas algo, se avendrá a ser razonable”.

Desgraciadamente y como ocurre con las películas, cualquier parecido con la realidad de lo que está sucediendo últimamente en nuestro país, en lo narrado por Umberto Eco en Número Cero, no es pura coincidencia, algo que se desprende de la lectura atenta de su sinopsis oficial: “ ‘Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores’. Con estas credenciales se nos presenta Colonna, el protagonista de Número Cero, que en abril de 1992, a sus cincuenta años, recibe una extraña propuesta de un tal Simei: va a convertirse en redactor jefe de Domani, un diario que se adelantará a los acontecimientos a base de suposiciones y mucha imaginación, sin reparar casi en el límite que separa la verdad de la mentira, y chantajeando de paso a las altas esferas del poder. El hombre, que hasta la fecha ha malvivido como documentalista y en palabras de su ex mujer es un perdedor compulsivo, acepta el reto a cambio de una cantidad considerable de dinero, y arranca la aventura. Reunidos en un despacho confortable, Colonna y otros seis colegas preparan el Número Cero, la edición anticipada del nuevo periódico, indagando en archivos que esconden los secretos ocultos de la CIA, del Vaticano y de la vida de Mussolini. Todo parece ir sobre ruedas hasta que un cadáver tendido en una callejuela de Milán y un amor discreto cambian el destino de nuestro héroe y el modo en que sus lectores vamos a mirar la realidad, o lo que queda de ella”.

Lo expuesto anteriormente nos suena como muy cercano en nuestro país y con decenas de ejemplos a cual más deleznable. Es el neofascismo en estado puro. Se conoce bien cómo funcionan las máquinas de fango y ventiladores de maledicencia a pleno rendimiento, que tienen nombres y apellidos, que conocemos perfectamente. Lo importante es poder contrarrestar de forma ordenada su trabajo sucio, aunque ya sabemos que la frase de Bogart en El cuarto poder, “¡Es la prensa, encanto, no puedes hacer nada!”, encierra el secreto de los silencios cómplices y del conformismo execrable por parte de la ciudadanía teledirigida por redes sociales no inocentes, las derechas enfurecidas y su poder mediático en la actualidad.

Tal y como aprendí de la Cantata de Santa María de Iquique, sé que “con el amor y el sufrimiento se pueden aunar voluntades” ante tanto desmán, porque en democracia todos los medios de comunicación no son iguales y sus profesionales tampoco, por lo que hay que apoyar con todas nuestras fuerzas a los que hacen un periodismo digno y veraz ante tanta máquina de fango. Creo que es lo que nos pide ahora el presidente Sánchez en su carta, salpicado por el fango de esas máquinas perniciosas que debemos clausurar inmediatamente con la defensa de la verdad, la que nos enseñó Antonio Machado a buscarla, segundo a segundo, en el acontecer diario de nuestras vidas: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Los presidentes lloran también


Carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía

Yo pensé también un día
que los hombres nunca lloran
porque es una cobardía
que ninguno debe hacer

que por mucho sufrimiento
que haya dentro de sus vidas
en los hombres hay heridas
que nunca se dejan ver

Raphael, Los hombres lloran también (1964)

Sevilla, 27/IV/2024

Hace 17 años publiqué en este cuaderno digital un artículo, Estereotipo machista 2: los hombres no lloran, tópico muy extendido en nuestro país y que a mí me marcó mucho en mi infancia. Lo he recordado especialmente, al verificar cómo han reaccionado muchos líderes políticos y tertulianos, las redes sociales y las derechas mediáticas también, a la “carta a la ciudadanía” enviada el pasado miércoles por Pedro Sánchez, ciudadano y presidente de este país, apoyados por el consabido mantra de que “de casa hay que salir llorados” (Puigdemont, dixit) o una variación sobre el mismo tema, “al trabajo hay que venir llorados”. Han agregado también, entre otras lindezas e improperios, que lo que ha hecho el presidente, al escribir esta carta, es hacer pública una rabieta propia de un adolescente (Feijóo, dixit). Nuestro mítico y universal cantante, Rafael, me ha recordado en pocas palabras que “yo pensé también un día / que los hombres nunca lloran / porque es una cobardía / que ninguno debe hacer”.

En fin, lo que viene a decir la derecha y su más allá ultramontano, es que un presidente “serio”, “de bien”, no llora, porque es de cobardes. En este contexto tan triste y desolador, vuelvo a publicar el artículo citado, porque creo que no ha perdido actualidad alguna y porque el presidente Sánchez, cuando está triste e incluso llora, merece nuestro respeto y comprensión. Sobretodo, porque en relación a lo que han hecho con las insidias contra su esposa, “aunque sea cobardía, cuando se ha querido bien, se diga lo que se diga”, demuestra con su carta que “los hombres [aunque sean presidentes] lloran también”.

Estereotipo machista 2: los hombres no lloran

Sabemos muy poco del llanto. Recuerdo, cuando era niño, que en mi casa sabían cómo provocar sentimientos contradictorios niño/niña para sentirme mal después de una caída en la calle, cuando llegaba a casa llorando porque el dolor era insoportable en las rodillas destrozadas, al grito unánime de varias mujeres que me rodeaban: «¡los hombres no lloran!». ¡Cuántas veces lo habré escuchado! Y así hemos crecido durante varias generaciones, desde una perspectiva de género muy confusa porque me lo decían las mujeres más queridas en mi vida, porque cuando lloraba mi hermana yo lo veía como lo más natural del mundo y porque cuando había que llorar en común en la clave del Padre Peyton: la familia que llora unida, permanece unida, todas las miradas de mi tía y abuela iban hacia mis ojos como espías impertérritas ante la radio “Philips” que presidía la repisa principal de la sala de estar, lanzando a los cuatro vientos a través de Radio Madrid las voces de las radionovelas, los seriales radiofónicos y los programas del tipo “Ustedes son formidables” y “Operación Clavel”, en los que tenía que reprimir mis emociones y sentimientos para no caer en el ridículo más espantoso. Además, si lloraba, era candidato seguro a ser “mariquita”, cuestión de la que ya estaba advertido por lo que pudiera pasar…, porque al único que se le permitía decir algo en tal sentido era al cantante Raphael, en la canción que abre este post: y aunque sea cobardía, cuando se ha querido bien, se diga lo que se diga, los hombres lloran también.

Y lo que puedo asegurar es que lloraba, tragándome las lágrimas de una represión colectiva que no me enseñaba a llorar adecuadamente, porque la preocupación estribaba más en la representación del llanto y casi nunca en su causa. Pesaban más los fárragos que las quintaesencias, en lenguaje casi arcano. Así hemos crecido. Por ello, en esta tarea de deconstrucción del cerebro, me encuentro con una realidad que voy a analizar desde la perspectiva de género. Y como siempre, voy a intentar explicar bien por qué llora el ser humano. Por qué lloramos todas y todos, sin excepción.

Lloramos, porque todos los seres humanos estamos preprogramados para ello. En palabras del Dr. Murube del Castillo, un gran experto en dacriología (dácrion en griego: lágrima), la ciencia que estudia la lágrima: “Hace 280-360 millones de años los peces crosopterigios comenzaron a salir frecuentemente de su medio acuático al terrestre, ya por la presión ecológica de otros animales, ya por vivir en charcas de desecación repetida. Así, surgieron los anfibios, uno de cuyos principales cambios fue la creación de un aparato lacrimal que mantuviese mojada permanentemente su córnea, ya que ésta necesita estar cubierta por una película lacrimal para su correcto metabolismo y para mantener una superficie ópticamente lisa. A lo largo de la evolución de las especies fueron apareciendo muchos cambios en el aparato lacrimal, entre los que están la aparición y perfeccionamiento de un sistema nervioso de conexión, que dio lugar a la lágrima refleja, y de un sistema nervioso de elaboración que dio lugar a la lágrima emocional”. Es decir, la evolución ha llevado a su expresión más desarrollada la estructura cerebral que controla también el llanto de los seres humanos y todos los procesos desencadenantes para su estudio e interpretación científica.

Tres tipologías de lágrima se estudian hoy en la investigación dacriológica: la basal, la refleja y la emocional. La lacrimación basal es la que el ojo produce en circunstancias normales, ejerciendo una función protectora en el globo ocular, de forma que lubrica su superficie, procurando a la córnea oxígeno y nutrientes para su metabolismo y finalmente mantiene en suspensión sustancias relacionadas con la defensa inmunitaria. La lágrima está compuesta en su mayor parte por agua, siendo los otros componentes lípidos y proteínas. La glándula lagrimal principal produce el 95% del componente acuoso de las lágrimas, siendo las glándulas lagrimales accesorias de Krause y Wolfring las encargadas de la producción del resto. La secreción lagrimal refleja es varios cientos de veces superior a la producción basal o de reposo, y está producida por la estimulación sensorial conjuntival y corneal superficial. El estímulo secretor que actúa sobre la glándula es parasimpático y produce secreción refleja en ambos ojos. También existe una lacrimación emocional que se produce siempre a través de una orden cerebral relacionada con determinados estados anímicos. 

De acuerdo con el Dr. Murube, “la lacrimación emocional es filogenéticamente muy reciente, y sólo existe en la especie humana. Hay 5 teorías para explicar su aparición, todas basadas en la transformación del lagrimeo en un reflejo condicionado asociado a la angustia del llanto: La compresión de las glándulas lacrimales al comprimir las glándulas con el blefarospasmo del llanto (Darwin 1872), la liberación catártica de un estímulo nervioso por vía parasimpático-lacrimal (Freud 1893, 1929), la humidificación del aparato fonatorio (Montagu 1969), el aclaramiento de productos biológicos liberados a la sangre por la emoción (Frey et al 1983), y la simbolización de la lágrima como manifestación de dolor, derivada de que el derramamiento de lágrima por lagrimeo reflejo se hace siempre asociado a dolor (Murube). La secreción emocional se admitía hasta el presente que se inicia a las pocas semanas o meses del nacimiento. Desde que se descompuso la lacrimal emocional en dos tipos, el de petición de ayuda y el de donación de ayuda (Murube et al 1990a), esta fecha queda asignada a la lacrimación de petición de ayuda, apareciendo la de donación de ayuda al acceso del uso de razón, es decir, entre los 5 y 7 años” (1). 

Daniel Goleman, en referencia a la lágrima emocional, sintetizó muy bien el proceso del llanto en su presentación mediática de la inteligencia emocional: “El llanto, un rasgo emocional típicamente humano, es activado por la amígdala y por una estructura próxima a ella, el gyrus cingulatus. Cuando uno se siente apoyado, consolado y confortado, esas mismas regiones cerebrales se ocupan de mitigar los sollozos pero, sin amígdala, ni siquiera es posible el desahogo que proporcionan las lágrimas” (2). Tal y como manifestaba en el post dedicado al gyrus cingulatus, “sus funciones básicas están centradas en proporcionar comunicación continua -es zona de paso y proceso continuo- desde el tálamo hasta el hipocampo, estructuras ya analizadas en la cartografía cerebral que estoy construyendo y que se puede volver a consultar para ir montando este puzle humano de cien mil millones de piezas, ninguna igual. El giro colabora con la memoria emocional, con reminiscencias muy primitivas cercanas al olor, al llanto y al dolor, es decir, esta realidad nos permite constatar que hace millones de años que el ser humano llora, sufre. Es también el lugar de control para el trabajo atencional ejecutivo y esta misma estructura cerebral recibe las aferencias desde las estructuras emocionales en red que se asocian con el malestar humano, procesan las respuestas al estrés y modulan la conciencia, expresión esta última a la que habría que dedicar muchas anotaciones en este cuaderno y que asumo como responsabilidad científica (3). En definitiva, existe una correlación causa-efecto, en el marco emocional de las personas, determinante para llorar. Además, al llorar hacemos una exhibición de lo que somos, siendo uno de los momentos estelares en la representación del llanto que alcanzan las actrices y los actores: “lloran como si fuera verdad lo que está pasando”, solemos decir.

A partir de estos planteamientos básicos, solo queda aceptar la realidad del llanto como patrón de conducta aprendido en la sociedad que rodea a cada persona. La investigación al respecto nació en la década de los años setenta del siglo pasado. En un estudio llevado a cabo en 2004 por el investigador y fisiólogo William Frey, autor del libro Llorar, el misterio de las lágrimas(4), ya se van acercando más hombres y mujeres al llanto común: 64 episodios de llanto como promedio anual para las mujeres y 17 para los hombres, lo que implica un volumen cuatro veces menor de lágrimas masculinas que femeninas. Asimismo, el informe señalaba que los hombres lloran un promedio de cuatro minutos por episodio, mientras las mujeres lo hacen durante seis o más. Pero, aunque, hoy, los hombres lloran sin pudor, los estereotipos de género siguen teniendo un peso decisivo. Al menos eso fue lo que manifestó otro estudio, que comprobó que las mujeres lloran más que los hombres si miran una película emotiva en compañía de alguien del sexo opuesto que cuando lo hacen con alguien del propio (5).

Las pocas veces que al fin pude llorar en mi infancia, recuerdos de Castilla, se interpretaban mis lágrimas con la dura expresión de “¡Lágrimas de cocodrilo!”, que nunca entendí en la razón última de su origen, porque precisamente nunca había podido vincular la firmeza del saurio con una debilidad tan extrema. Entre mujeres y cocodrilos crecíamos para ser personas. Luego supe que esta frase tenía una base cultural importante en nuestro país, porque según el propio Dr. Murube: “En el siglo XIII, Bartolomeu Angelicus escribió que cuando el cocodrilo encuentra a un hombre a la orilla del agua lo mata, si puede, después llora sobre él y, finalmente lo devora». De ahí nació la expresión de «lágrimas de cocodrilo», aquellas derramadas hipócritamente por quien hizo el daño. De todos modos, «hasta hace siglo y medio no se aclaró que la razón no es psicógena, sino de pura fisiología digestiva: el cocodrilo produce poca saliva, por lo que llora para que las lágrimas pasen a la cavidad orofaríngea y le sirvan para lubricar y deglutir el bolo alimenticio».

Siempre me ha impresionado cómo influyen los estereotipos sociales en estas manifestaciones machistas. Aquí en Andalucía tenemos un capítulo en la intrahistoria penosa de la erradicación de las culturas invasoras, cuando solo sabemos de las lágrimas de Boabdil en el «Suspiro del Moro» tal y como nos lo ha contado la historia hasta hoy en palabras de su madre: Llora como mujer lo que no supiste guardar y defender como un hombre. Sin embargo, poco han trascendido sus lágrimas del silencio, en una tumba del pueblo granadino llamado Mondújar. En esa tierra dejó Boabdil los restos mortales de la persona que amó tanto como a Granada, a su esposa Morayma, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado. Un ejemplo clarividente de aprendizaje y estereotipo injusto para la posteridad, de las niñas y niños que lloran en Andalucía.

Sevilla, 15/VII/2007

(1) Murube del Castillo, J. Mesa Redonda, 73 Congreso de la Sociedad Española de Oftalmología – Granada, 1997 (recuperado de http://www.anatomiahumana.ucv.cl/estructura/modulo8.html).
(2) Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós, p. 39.
(3) González, C., Carranza, J. A., Fuentes, L. J., Galián, M. D. y Estévez, A. F. (2001). Mecanismos atencionales y desarrollo de la autorregulación en la infancia. Anales de psicología, vol. 17, nº 2 (diciembre), 275-286.
(4) William H.F. and Muriel, L. (1985). Crying, the Mystery of Tears. Minneapolis: Winston Press.
(5) Diaz Prieto, M. (2004). Los hombres lloran 4 veces menos que las mujeres. Sin embargo, dice un estudio, antes lloraban aún menos. La moda del varón sensible (recuperado de http://www.unsl.edu.ar/~dospu/archivos/llora.htm, el 12 de julio de 2007).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Cuando la paciencia de un presidente se quiebra y casi todo le falta

Carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía

Debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres.

Pablo Neruda, Discurso en el acto de entrega del Premio Nobel (1971).

Sevilla, 26/IV/2024

En los tiempos que corren, donde las “crisis” políticas hacen mella por donde pasan, arrasando Estados, conciencias y personas, incluidos presidentes de Gobiernos que en el mundo son, me preocupa saber por qué se recurre tanto a la paciencia, virtud de la que se habla mucho y se sabe poco, sin tener que recurrir a la tradición religiosa de su identificación con la ensalzada por Santa Teresa de Jesús (1515-1582), en un soneto que ha hecho historia: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. ¡Sólo Dios basta! (Nada te turbe). Y porque estoy convencido de que la paciencia bien entendida, como otras tantas experiencias vitales, se construye en el cerebro y nada más, como signo evidente de salud mental.

He escrito en este cuaderno digital sobre esta realidad tan humana y cercana, razón por la que utilizo hoy, de nuevo, lo que denomino “escritura circular”. En este contexto, recurro una vez más al Diccionario de Autoridades porque es la primera vez que en España las palabras y los constructos se fijaron, brillaron y dieron esplendor a las situaciones vitales traducidas al lenguaje común en suelo hispano. Y, sorprendentemente, encuentro en pleno siglo XVIII una definición que no tiene desperdicio: la paciencia es la virtud que enseña a sufrir y tolerar los infortunios y trabajos, en las ocasiones que irritan y conmueven, para pasar inmediatamente el testigo a su origen divino: es uno de los frutos del Espíritu Santo, no localizándose la misma, es decir, la virtud, en el cerebro, por ningún sitio humano. Ya está, no hay que preocuparse de nada más, porque es una virtud que quien la alcanza demuestra noble y superior fortaleza. Además, en unas breves líneas, con la recámara teresiana, se sitúa el lugar de origen de esta manifestación de conducta humana: la paciencia todo lo alcanza, porque Dios no se muda, porque quien confía en él nada le falta. Solo Dios basta. Y para cerrar el círculo histórico, ahí tenemos el Libro, la Biblia, el “santo” Job, del que por cierto descubrí hace muchos años que tenía de todo menos paciencia, cuando contaba sus penas, que no alegrías: los terrores se vuelven contra mí, como el viento mi dignidad arrastra; como una nube ha pasado mi salud. Y ahora en mí se derrama mi alma, me atenazan días de aflicción (Job, 30, 15s), hasta el punto de que el joven Elihú le reprende y lo lleva de la mano para ser paciente (Job, 32-37), para que busque, curiosamente, la sede de la Inteligencia [sic]: huir del mal, claro objeto del deseo impaciente de Job, porque lo que declaraba como sede de la inteligencia: huir del mal, reaccionar ante cualquier tipo de agresión, resolver problemas, era un elemento diferenciador esencial de la búsqueda desesperada de la sede de la sabiduría: temer a Dios.

Con el respeto que debo siempre a la historia, fundamentalmente para aprender de sus errores y horrores que se han cometido, me he planteado si es posible averiguar dónde se aloja la paciencia en el cerebro y como se configuran las manifestaciones humanas de una realidad existencial que, al menos, la gran mayoría de las personas, conocemos como virtud. Gran empresa, sin ánimo de escribir las bases de un libro de autoayuda, que no me gusta nada. ¿Cómo nace la paciencia? Sin lugar a dudas porque el cerebro actual ha vencido al cerebro reptiliano, es decir, la corteza cerebral que configura hoy la realidad existencial de cada persona permite controlar los impulsos más primitivos de los seres humanos, de nuestros antepasados, que solucionaban cualquier beligerancia y adversidad (infortunios y trabajos) con agresividad total. Hay una realidad histórica: se han necesitado millones de años para “preparar” la configuración del cerebro que posibilite “tener paciencia” y “aprender” a convivir con ella si tener que llamarla necesariamente “virtud”, porque es una posibilidad que ofrece históricamente la estructura global del cerebro humano.

A la luz de lo expuesto anteriormente, surge una pregunta inquietante: ¿dónde reside la paciencia?, aunque para la ciencia existe una respuesta clara: en todas las estructuras del cerebro que interactúan para dar órdenes pacientes e impacientes a través de la corteza cerebral, reflejadas en la conducta implícita o explícita de cada persona, aprendida o genéticamente fundada, con un control férreo del sistema límbico donde se alojan las centralitas de los sentimientos y emociones, sabiendo también que los ojos están grabando permanentemente miles de ocasiones para provocar la paciencia e impaciencia, en un debate ético que hacen trabajar a destajo a las neuronas en lo que saben hacer: alimentar acciones humanas pacientes e impacientes en milisegundos. Sabiendo, que no descansan nunca a pesar de que dormimos y soñamos desesperadamente. Científicamente se sabe que las neuronas no se permiten nunca la licencia para descansar. A no ser que las obliguemos farmacológicamente a cambiar su rumbo desestructurado cuando, a veces, la impaciencia no nos deja vivir como personas y nos provoca algún trastorno mental que nos inhibe la posibilidad de ser y estar en el mundo dignamente.

Y yendo de mis asuntos a mi corazón, repaso, por último, el Diccionario de la Lengua Española en su última edición, encontrándome con definiciones de paciencia (del latín patientia) de amplio calado cultural: capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas, facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho, lentitud para hacer algo, resalte inferior del asiento de una silla de coro, de modo que, levantado aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie, bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno, y tolerancia o consentimiento en mengua del honor. De todas ellas, me quedo con una: saber esperar, aunque sea con ardiente paciencia (Neruda). Creo que la propia necesidad cerebral de autoformarse a lo largo de la vida, con más de cien mil millones de posibilidades (neuronas) de hacer cosas y sentir nuevas vibraciones de sentimientos y emociones, acotadas en el tiempo vital de cada persona, son un reflejo de que las estructuras del cerebro necesitan a veces esperar, con más o menos paciencia aprendida o inducida genéticamente, para que nos mostremos tal y como somos, para que alcancemos nuestros proyectos más queridos y deseados, porque oportunidades tenemos de forma personal e intransferible a través de una estructura que dignifica por sí mismo a cada ser humano: la corteza cerebral que venció al cerebro original de los reptiles, otorgándonos genéticamente la posibilidad de ser inteligentes.

Aprendamos por tanto de ella, de su forma de ser en cada una, en cada uno. Por aquello de las posibilidades que se abren a través de las cadaunadas, de la ética del cerebro. Al fin y al cabo es lo que nos pasa a los que estamos viviendo e interiorizando lo expresado en la carta por Pedro Sánchez, el presidente, que envió el pasado miércoles, por la tarde, a todos los ciudadanos y ciudadanas de este país, en la que nos decía que estaba transido de dolor por las insidias de la derecha y su más allá, la ultraderecha, con nombres, apellidos y sus aparatos mediáticos a pleno rendimiento, que habían acabado con su proverbial paciencia y resistencia. Por estas razones lo entiendo y tomo conciencia de que la paciencia de un presidente también se quiebra y que, en este momento, casi todo le falta, por mucho que algunos le susurren al oído, con buena fe, las palabras actualizadas de Santa Teresa en su situación actual. Sin alterarnos más de lo debido, porque la vida a veces nos turba, nos espanta, porque estas situaciones pasan, porque el “dios” de cada uno se muda en la conciencia de muchas personas, porque la paciencia casi nada alcanza. Porque muchas personas no tienen a Dios, no tienen nada, todo les falta ¡Y sólo Dios no basta!

Al fin y al cabo, lo que aprendí de Pablo Neruda, cuando pronunció una frase gloriosa al finalizar su discurso en el acto de entrega del Premio Nobel, en 1971: «En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres». Ese es mi mensaje hoy para el ciudadano y presidente Pedro Sánchez, en mi ardiente impaciencia durante el tiempo de espera para conocer su decisión final.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

El pueblo es el que más ordena para acabar con las insidias contra Pedro Sánchez, ciudadano y presidente de este país

La palabra “insidia” tiene dos acepciones en el Diccionario de la Lengua Española, publicado por la RAE en su última edición, asechanza y palabras o acción que envuelven mala intención. Si me quedo con la primera acepción, engaño o artificio para hacer daño a alguien, porque la segunda va implícita en la primera, la mala intención, veo que el citado diccionario indica que tiene hasta catorce sinónimos, al cual más detestable: emboscada, encerrona, insidia, maquinación, trampa, celada, intriga, engaño, embeleco, trapacería, trapaza, lazo, asechamiento, asecho. Son quince formas de comprender el alcance de la palabra “insidia”, que el expresidente Zapatero ha utilizado hoy en una entrevista en la cadena SER, pidiendo la movilización social en favor de la democracia ante esas insidias permanentes contra Pedro Sánchez, expresadas ayer en una carta que el presidente dirigió a la ciudadanía, vocablo del que comprendemos todavía mejor su alcance detestable en todas y cada una de sus acepciones y sinónimos.

En esta entrevista, el expresidente ha manifestado que: «hay que arroparle y apoyarle», porque es necesario que “venza la democracia de los afectos y se imponga a la democracia del odio», al constatarse que “la insidia ya ha llegado a los límites mayores que la democracia recuerda […] Vale la pena que reaccionemos ante la insidia con coraje democrático y no con el desistimiento… se pueden hacer cosas en pocos días,  […] uno se siente responsable toda la vida de los malos momentos que ha sufrido su familia […] No nos podemos quedar quietos y callados porque esto es un debate público que afecta a la sociedad, a la democracia y a las instituciones». En definitiva, ha señalado el expresidente Zapatero que esta carta del ciudadano Pedro Sánchez, obviamente también como presidente,  envía muchos mensajes a la sociedad, destacando que «es bueno para la democracia un debate sobre los límites del odio». Personalmente, añado en democracia, sobre los límites de las emboscadas, encerronas, insidias, maquinaciones, trampas, celadas, intrigas, engaños, embelecos, trapacerías, trapazas, lazo, asechamientos y asechos, sufrido todo ello por el presidente actual, también su Gobierno, resumido en una situación real y actual: “los ataques sin precedentes”, sin límite alguno, por parte de la derecha y la ultraderecha contra su esposa, como explica en su carta a la ciudadanía.

Como vengo anunciando en este cuaderno digital en los últimos años, creo, ahora más que nunca, que este país está viviendo el momento más crítico de su etapa democrática actual, situándola desde la denominada Transición hasta nuestros días. Lo que está sucediendo y estamos viendo y escuchando desde las elecciones locales del 28 de mayo de 2023, con la entrada electoral de la ultraderecha y la derecha extrema, como caballo en cacharrería, en Comunidades, Parlamentos, Diputaciones, Ayuntamientos y Concejalías varias, se ha consolidado no ya como un auténtico aviso para navegantes demócratas, sino como una alarma continua. Sabemos ya que van a por el Gobierno de la Nación, su Patria por bandera, para echar al Gobierno actual, ilegítimo por más señas, según ellos, para así recuperar el Estado solamente para la Gente de Bien, como dice la derecha ultramontana, porque ya está bien de tanta ignominia de la Gente de Mal, para ellos también, que la conformamos millones de personas de este país. Esta situación que se veía venir, se consolidó con las elecciones del 23 de julio del año pasado, cuando se pararon los pies a la derecha y ultraderecha de este país a través de las urnas y comenzó a sobrevolar la traída y llevada amnistía, sobre lo sucedido en el llamado “proceso” de Cataluña en 2017, porque esas fuerzas antidemocráticas querían llevar a nuestro país a un retroceso histórico, infame, de imprevisibles consecuencias.

Esta situación la he recordado hoy, en la celebración del 50 aniversario de la revolución de los claveles, en Portugal, porque se demuestra algo que aparecía en la canción Grándola, Vila Morena, que se convirtió en himno en el país vecino: el pueblo es quien más ordena, de tan feliz memoria, tal y como nos lo transmitió Jose Zeca Afonso en su pequeño rincón de Grándola. Ese futuro aciago que se intuyó como real en las elecciones generales de julio de 2023, es lo que el pueblo español, que es quien ordena, frenó en seco. Por esa razón, no olvidamos en pleno siglo XXI lo sucedido en nuestro país en la guerra civil y durante la dictadura franquista, cuando la democracia actual sufre en varios frentes de convivencia por el odio que algunos se empeñan en instalar en nuestra forma de vida. De ahí la necesidad de recordar lo que nos puede mantener vivos y despiertos en democracia (de otra forma no es posible) después de tantos siglos.

La democracia en este país corre un riesgo alarmante de perder el control de la convivencia pacífica, por determinados pensamientos en corazones de personas que están muy lejos de la democracia y su aplicación en la vida ordinaria. Creo que al buen entendedor digno, que debe proteger la libertad y la democracia, con pocas palabras basta. A luz de la carta enviada ayer por el presidente Sánchez a la ciudadanía de este país, al que recordando a Terencio, nada humano le es ajeno, el dolor de su familia por lo que está pasando, que he leído varias veces, leo y escucho también, junto a José Zeca Afonso (hoy especialmente), a Miguel Hernández y Rafael Alberti, porque nos ayudan a entender que para la libertad, sangramos, luchamos y pervivimos por una razón fundamental: el pueblo es quien más ordena, porque aún tenemos la vida. Por esta razón escribo hoy con el corazón, para que formando parte del pueblo español, que ordena constitucionalmente la libertad y el progreso en este país, se lea y escuche hoy al presidente Pedro Sánchez con sentimiento, más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón, / Más que el viento, pidiéndole que siga adelante, porque cuenta con millones de personas y votantes que creen, creemos, en su dignidad personal, familiar y política.

Nos jugamos mucho y mi palabra lleva dentro la petición de que el presidente se quede al frente de este país, de su Gobierno, por la necesaria y urgente defensa de la democracia auténtica, en beneficio del interés general de la ciudadanía digna y responsable. Salvando lo que haya que salvar, recuerdo hoy a Salvador Allende, a través de palabras en momentos muy difíciles para su país, para que nuestro presidente actual siga teniendo la fortaleza y fe, que le caracteriza, en el destino democrático del nuestro, sabiendo que millones de ciudadanos y ciudadanas superaremos este momento gris y amargo en el que pretenden imponerse la insidia, la emboscada, la encerrona, la maquinación, la trampa, la celada, la intriga, el engaño, el embeleco, la trapacería, la trapaza, el lazo, el asechamiento y el asecho. Lo pienso así porque sé que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasen las personas libres de este país, para construir, entre todos, junto a Pedro Sánchez y su Gobierno democrático, una sociedad mejor.

Como no deseo participar de silencios cómplices, hago lo que puedo con este cuaderno digital, porque me queda la palabra, la que alzó Blas de Otero y no he olvidado a lo largo de mi vida. Estoy muy preocupado y no voy a parar hasta el día indicado por Pedro Sánchez en la carta que me ha dirigido, el lunes próximo, cuidando este delicado contexto político, en su sentido más puro, que sólo propiciaría con su dimisión un paso de gigante en el ocaso de la democracia en nuestro país.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Grándola, Vila Morena, cincuenta años después, como si fuese ayer

José Zeca Afonso, Grándola, Vila Morena

Sevilla, 25/IV/2024

Cuando llega el 25 de abril de cada año, no olvido estas palabras de Grândola, Vila Morena, cantada por Jose Zeca Afonso. Recuerdo como si fuese ayer la revolución de los claveles en Portugal. Es un día muy importante en mi agenda personal de asuntos importantes e inolvidables que, año tras año, he explicado en este cuaderno digital. Este año, de forma especial, al celebrarse su cincuenta aniversario, necesito leer con atención reverencial esta reflexión recurrente junto a otro hecho importante en mi vida, porque también se celebra hoy la festividad de San Marcos, aunque siempre he preferido bajarlo de la peana y hablar de él como un joven de nombre Marcos, muy atrevido en tiempos de cólera social ante un revolucionario muy próximo a él. Para mí, un excelente periodista que contaba lo que interesaba en aquel momento a la gente, en la clave que aprendí de Eugenio Scalfari, el fundador de La Repubblica de Roma, cuando decía que “periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Igualmente, porque tal día del calendario como hoy, fue para mí un día mágico en la historia de Andalucía, cuando presenté en el año 2000 el proyecto Diraya por primera vez, en sus primeros pasos como historia de salud del ciudadano en Andalucía, de base digital, para que siempre estuviera disponible, para quien la necesitara recuperar, escribir o estudiar en ella, como ya ocurre en la actualidad. Ha sido un viaje digital muy largo, con muchas personas, profesionales extraordinarios, que han trabajado en este excelente proyecto para que sea una realidad casi mágica hoy día y con un claro beneficio propio y asociado con otros proyectos, como la receta electrónica o la gestión de la cita previa por Internet. Fue en un encuentro de directivos del Servicio Andaluz de Salud, en el Salón de Actos del recién inaugurado Hospital de Antequera, en el que se firmaba también el contrato-programa de aquél año, un formato nacido para la gestión que aún perdura como método incontestable en el Sistema Sanitario Público de Andalucía.

No voy a descubrir hoy nada nuevo que no haya dicho en páginas especiales de este cuaderno digital, cerca de Marcos y Jose Afonso, pero quiero compartir de nuevo la lectura de palabras llenas de compromiso activo en mi alma, dado que cada año vivo este día de forma especial. En primer lugar, porque celebramos el santo de nuestro hijo Marcos, no tanto por el olor de la santidad de su nombre sino porque su nombre programático, que ya he explicado otras veces en este cuaderno digital, me activa la memoria de hipocampo para recordar que poner el nombre no debe ser nunca una tarea inocente, sino un programa de vida que hay que cumplir. Marcos, un avezado “periodista” en tiempos de Jesús de Nazareth, hizo un trabajo encomiable: preparar las buenas noticias de un tal Jesús a pesar de hacer una maravillosa crónica de una muerte anunciada (lo que luego se llamó “evangelio”), de que el mundo podía cambiar, de que podemos ser diferentes, más siendo que teniendo: “Al apearlo de la peana santa, Marcos es hoy símbolo de revolución humana, de los que pensamos que todavía es posible ser personas en su real medida, la que cada uno desea a pesar de los pesares”. Marcos fue el intérprete directo y sincero de las historias que contaba Pedro sobre la amistad que tuvo con Jesús de Nazaret, y que le sobrecogió de tal forma que decidió grabarlas en su cerebro y transmitirlas boca a boca a toda aquella persona que quisiera escucharle, tal como lo ha confiado a la historia Eusebio de Cesarea: Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso (Eusebio, Hist. Ecl. iii. 39).

En segundo lugar, porque tal día como hoy, hace ya cincuenta años, aprendimos de la revolución de los claveles que era verdad, que la vida puede y debe ser más agradable para todos, sobre todo para los que menos tienen. Y que las revoluciones silenciosas o ruidosas existen, son necesarias y triunfan cuando compartimos ideologías, sentimientos y emociones: en 1974, tal día como hoy, 25 de abril, festividad de San Marcos, muchos portugueses pensaron en sus corazones que otro mundo era posible en su país y surgió la revolución de los claveles, con expresiones cantadas por Jose Zeca Afonso (Grândola, Vila Morena) de forma admirable:

“[…] en cada esquina, un amigo
en cada rostro, igualdad…

[…] El pueblo es quien más ordena”

No es una fecha inocente, como le ocurre siempre a las ideologías cuando son sinceras y comprometidas con las personas que nos acompañan a vivir juntos, con el tu quiero y mi puedo que cada uno, cada una, mejor conoce, se aplica a sí mismo y entrega a los demás. El pueblo es quien más ordena, es una estrofa preciosa de la canción cantada por Zeca. Lo recuerdo hoy porque lo aprendí de Marcos, del siglo I, en Galilea y de Jose Afonso, del siglo XX, en su pequeño rincón de Grândola.

En plena crisis mundial de guerras y de manifestaciones diarias de confusión de ideas y principios, siguen vivos hoy, cincuenta años después, los recuerdos de lo que nos enseñó Portugal en su revolución y nos sigue enseñando hoy día en su acción política democrática, tan cercana y ejemplar. También, de épocas en las que luchábamos como ellos por salir del túnel de la dictadura, sobre todo cuando escucho también una canción contemporánea de Luis Pastor, que me marcó desesperadamente, gracias a la composición de fondo creada por Mario Benedetti en su compromiso activo y porque ahora, más que nunca, ya no somos inocentes / ni en la mala ni en la buena / cada cual en su faena / porque en esto no hay suplentes:

Audio de Mario Benedetti recitando Vamos juntos

Vamos juntos (Letras de emergencia, 1969-1973, Versos para cantar)

Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

compañero te desvela
la misma suerte que a mí
prometiste y prometí
encender esta candela

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

la muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

la historia tañe sonora
su lección como campana
para gozar el mañana
hay que pelear el ahora

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena
cada cual en su faena
porque en esto no hay suplentes

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas
pero esas muertes queridas
van escribiendo la historia

con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero

Luis Pastor, Vamos juntos

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

El Día Mundial del Libro nos recuerda que hay que contar viviendo, con alma

Sevilla, 23/IV/2024

Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas. Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella. No puede desaparecer lo que nos salva.

Irene Vallejo, en Manifiesto por la lectura.

Hoy se celebra el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, celebración para la que el Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura, ha presentado un cartel conmemorativo, realizado por la ilustradora Luci Gutiérrez (Barcelona, 1977), que fue Premio Nacional de Ilustración 2023 “por su excepcional trayectoria y por ser una de las artistas más sobresalientes en el panorama actual, referente de la ilustración española dentro y fuera de nuestras fronteras”. El cartel ilustra una frase de Luis Mateo Díez, el último autor galardonado con el Premio de Literatura en Lengua Castellana ‘Miguel de Cervantes’ en 2023, que otorga el Ministerio de Cultura, cuyo proceso creativo se puede observar con detalle en la presentación de la autora que figura en el vídeo que encabeza estas palabras. De su extensa obra se ha escogido, para inspirar el diseño, la frase «vivo contando y cuento viviendo, la ficción es una parte imprescindible de la existencia».

En este año, además de llevarse a cabo esta celebración, culmina el Plan de Fomento de la Lectura 2021- 2024, con un lema, Lectura infinita, que tenía como principal objetivo, en su presentación oficial, “incrementar los índices de lectura en nuestro país y contribuir a resituar el hecho lector más allá de un instrumento de ocio, reconociendo la lectura como un vehículo fundamental para la salud, el aprendizaje, la cohesión social y la economía digital”. El documento, de 61 páginas, abordaba en su prólogo qué significa la necesidad de leer, con una frase de José Jiménez Lozano, ganador del Premio Cervantes 2002, en la que se explica en pocas palabras la urgencia de la lectura: “Se puede tener gusto por la lectura o no, pero leer no es una cuestión de gusto o afición, sino una necesidad verdadera y solo necesitamos percatarnos de ella”. Continúa expresando que la lectura “completa la vida de las personas por tratarse de un acto que proporciona un espacio personal para la evasión, la transformación y el enriquecimiento del individuo, aportándole paz mental y abriéndole la puerta a nuevos mundos, personas e ideas con los que poder crear un diálogo íntimo. La lectura agiliza además la actividad cerebral, puesto que requiere de una concentración y atención que estimula la capacidad cognitiva del individuo, creando nuevas conexiones neuronales y contribuyendo a prevenir enfermedades degenerativas. Lo defiende así Irene Vallejo, en su obra Manifiesto por la lectura  (1), que ya he comentado en este cuaderno digital y que tanto aprecio como regalo: “los libros ofrecen un gimnasio asequible y barato para la inteligencia en todas las edades, y tan solo por ese motivo sería aconsejable incluirlos desde la más temprana infancia y mantenerlos a lo largo de la vida” o cuando hace un canto precioso a la lectura: “Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas. Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella. No puede desaparecer lo que nos salva. Los libros nos recuerdan, serenos y siempre dispuestos a desplegarse ante nuestros ojos, que la salud de las palabras enraíza en las editoriales, en las librerías, en los círculos de lecturas compartidas, en las bibliotecas, en las escuelas. Es allí donde imaginamos el futuro que nos une”.

Llegará la hora de evaluar este ambicioso Plan, que contemplaba 12 desafíos y 11 programas y líneas de actividades de sumo interés público, un examen final de lo acontecido que ya se asumía en su presentación oficial. Asimismo, en el Epílogo, ofrecía diez claves a modo de acróstico del Plan. PACTAS LEESPacto. El fomento de la lectura como un empeño colectivo que contribuya a resituar al hecho lector más allá de un instrumento de ocio; Aproximación a un nuevo concepto de lectura. Elaboración de una nueva narrativa sobre qué es lectura y su impacto en la vida de las personas y en la sociedad; Contamos con lectores en nuestro país. En España sí se lee. Fomentar la lectura en positivo; Toda lectura comienza en la creación. Estatuto del artista; Alianzas múltiples que vinculen a organizaciones y empresas que no estén especializadas en este campo y multipliquen el impacto de la actividad de fomento de la lectura; Sin fronteras en la lectura. Proyección internacional, con especial atención a América Latina; La investigación y el estudio generadores del capital de conocimiento sobre la lectura. Redefinición del Observatorio de la Lectura y el Libro; Especial apuesta por la innovación. Laboratorios ciudadanos; Extender la lectura en el campo. Afrontar el reto del fomento de la lectura en la España vaciada; Sostenibilidad y lectura. Leer para cumplir con 2030.

Siendo muy respetuoso con la frase que ha inspirado el cartel de este año, vivo contando y cuento viviendo, la ficción es una parte imprescindible de la existencia, expresada por Luis Mateo Díez, que hoy recoge el Premio de Literatura en Lengua Castellana ‘Miguel de Cervantes’ de 2023, «por ser uno de los grandes narradores de la lengua castellana, heredero del espíritu cervantino, escritor frente a toda adversidad, creador de mundos y territorios imaginarios”, creo que el acto literario de contar viviendo sólo se puede llevar a cabo cuando se escribe con alma. Esto es así, porque los libros tienen algo especial, porque estremecen el alma. Me lo recuerda siempre la escritora Irene Vallejo (anteriormente citada), en Manifiesto por la lectura, en uno de sus capítulos caligráficos dedicado al estremecimiento de agua, trayendo a colación unas palabras de Federico García Lorca en el contexto de la alocución al pueblo de Fuente Vaqueros, un discurso leído por la inauguración de la biblioteca pública de Fuente Vaqueros en el mes de septiembre de 1931, sobre el que ya he tratado algunos de sus párrafos, en varias ocasiones, en este cuaderno digital: “Nadie se da cuenta al tener un libro en las manos, el esfuerzo, el dolor, la vigilia, la sangre que ha costado. El libro es sin disputa la obra mayor de la humanidad. Muchas veces, un pueblo está dormido como el agua de un estanque en día sin viento. Ni el más leve temblor turba la ternura blanda del agua. Las ranas duermen en el fondo y los pájaros están inmóviles en las ramas que lo circundan. Pero arrojad de pronto una piedra. Veréis una explosión de círculos concéntricos, de ondas redondas que se dilatan atropellándose unas a las otras y se estrellan contra los bordes. Veréis un estremecimiento total del agua, un bullir de ranas en todas direcciones, una inquietud por todas las orillas y hasta los pájaros que dormían en las ramas umbrosas saltan disparados en bandadas por todo el aire azul. Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerle e inquietarle y enseñarle nuevos horizontes de superación y concordia” (2).

Lectura infinita, libertad asegurada

(1) Vallejo, Irene, Manifiesto por la lectura, Madrid: Siruela, 2020.

(2) Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros. Discurso leído por la inauguración de la biblioteca pública de Fuente Vaqueros (septiembre, 1931) / Federico Garcia Lorca | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (cervantesvirtual.com)

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UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

En el mundo digital, tengo que demostrar, frecuentemente, que “soy un ser humano”

Sevilla, 21/IV/2024

Me pasó hace unos días, al intentar contactar con una empresa por internet. Para hacerlo y por razones de “seguridad”, me pidieron lo siguiente: “Verifique que usted es un ser humano”, a lo que tenía que responder marcando una casilla. Lo hice y, efectivamente, ya podía “contactar” con ellos, porque le quedaba “claro” a la máquina que era un ser humano, cosa que me “tranquilizó” ante la duda previa de la máquina inteligente, así como que podía enviarles un mensaje, eso sí, siempre que leyera y aceptara los términos recogidos en la política de privacidad de la empresa en cuestión, acción que tenía que marcar de nuevo. 

Sé que estas actuaciones se llevan a cabo para respetar la legislación vigente en relación con la protección de datos personales, algo que defiendo y aplaudo, obviamente, pero la petición primera por parte de una máquina para un simple contacto, es decir, la verificación por mi parte de que “soy un ser humano”, creo que se debería formular de otra forma, porque mi identidad se puede verificar por otros medios, debiéndose explicar también el motivo, la no confusión con una máquina, así como la temida suplantación de identidad.

Hace seis meses me ocurrió algo parecido, en una variación ex machina sobre el mismo tema de fondo. Tuve un incidente con una entrega de un envío de Amazon y para solucionarlo entré en su portal, donde me daban explicaciones estandarizadas y automatizadas sobre lo ocurrido, brindándome finalmente y pasados unos días de larga espera, la oportunidad de elegir un chat, porque de esa forma podía “llegar rápido dónde quería ir” (textualmente). La sorpresa vino a continuación, porque me informaban que “nuestro asistente de mensajería averigua rápidamente con qué necesitas ayuda y lo soluciona inmediatamente o te conecta con un humano para que te ayude”. ¡Aleluya!, me dije, dado que viene siendo una práctica habitual en los servicios de contacto o atención al cliente, que todo esté automatizado, deshumanizado, en una palabra, sin intervención “humana” alguna por la parte contratante, que diría Groucho Marx, con gran desesperación y pérdida de tiempo casi siempre, porque por mucho que avancen los asistentes virtuales, mucho más ahora con la inteligencia artificial, nada es tan necesario como el contacto humano, no digamos cuando el interlocutor que demanda un servicio es una persona mayor o con escasos recursos de aprendizaje digital. ¡Por fin, podía hablar de tú a tú, de humano a humano!

La verdad es que en aquella ocasión me sorprendió el ofrecimiento, al igual que la verificación última narrada al principio, porque fue a través de este “contacto humano”, posiblemente desde la perspectiva de un «extraterrestre» (así me podía sentir y así me siento frecuentemente), la forma en la que pude resolver el problema, que tenía muchos matices difíciles de transmitir y abordar en una interrelación exclusiva persona-máquina. Creo que se ha llegado a una situación difícil de entender por los “humanos”, como denomina Amazon a sus “agentes” de atención al cliente, o como lo sentí en mi última experiencia de “verificación de ser humano” que contaba al principio. El contacto de Amazon terminó con otra realidad que se da en nuestro país, en la mayoría de los servicios de atención al cliente: los “humanos” del otro lado, con los que entablé ese contacto tan deseado y necesario, eran latinoamericanos. Nada fue tan confortable como su despedida: ¡Lindo día!, aunque me dejó muchos interrogantes sobre la ausencia de contratación de estos servicios y las personas correspondientes en este país, tan falto de trabajo cualificado.

En la última experiencia comentada, sólo la cumplimentación de una casilla me abrió las puertas de la humanidad digital, si es que se puede denominar así este nuevo mundo al revés, cuando las tecnologías, casi siempre de doble uso, se utilizan de forma no adecuada. Creo que hay que cuidar el contacto humano en cualquier interrelación digital y una casilla cumplimentada, no creo tampoco que sea la forma de hacerlo, porque hay otras muchas mucho más confortables para las personas. Como he afirmado en diversas ocasiones en este cuaderno digital, nada digital me es ajeno, como casi todo lo que rodea mi vida personal y profesional, que no es inocente. Recuerdo que Cremes, un personaje curioso que protagonizó una obra del dramaturgo Terencio, El enemigo de sí mismo, pronunció una frase al comienzo de la obra, inolvidable, profunda, que no ha perdido su frescura a pesar de los siglos que han transcurrido desde que se escribió en un texto y contexto muy concretos: Hombre soy; nada humano me es ajeno (Homo sum; humani nihil a me alienum puto). Hoy, vuelvo a agregar a esta frase excelente un nuevo adjetivo, digital, que me ha acompañado de forma expresa desde hace ya muchos años, cuando leí una obra iniciática de Nicholas Negroponte, El mundo digital, que significó un giro copernicano en mi vida profesional y que tampoco olvido. Siempre he esperado de las tecnologías de la información y de la comunicación calidad científica suficiente para ayudar a transformar la sociedad actual, que sufre cambios tecnológicos exponenciales desde hace ya muchos años, instalada en la enésima revolución industrial, donde hay muchas preguntas holísticas sin responder, con sustrato legal, ético y social de un calado excepcional. Una de ellas es la sustitución de las personas por máquinas inteligentes, importante en muchos casos, porque no hay que negar los cambios tecnológicos en la industrialización de la vida, obviamente, pero en la relación de las personas con las máquinas habría que ser muy cautos.

El ejemplo recordado de lo que me sucedió con Amazon, mucho más allá de la ironía de fondo con el que lo traté en su momento, al igual que lo que me ha sucedido últimamente al querer entrar sólo en contacto con una empresa del mercado digital, en la que me pedía una “verificación personal de que yo era un ser humano”, muestra una evidencia, porque en el caso de Amazon, como empresa puntera, me consta que tiene todas la tecnologías necesarias de atención al cliente, para dar y regalar, pero junto a ellas dejan una puerta abierta a la “ayuda de un humano”, no como algo antecedente en cualquier transacción sino como consecuente. Ese es el problema. Esa frase “humana” es proverbial y resume el estado de la cuestión. El único problema es que hasta llegar a ese “humano”, sólo se habla (es un decir) de forma desesperante con máquinas y dígitos. Es posible que después de un arduo camino digital, en muchas ocasiones, nos encontremos con él, sintiendo en ese momento lo que le pasó a Diógenes de Sínope, un filósofo que también “buscó siempre un hombre”, prototipo de la escuela cínica, porque él mismo aspiraba a ser todo un hombre y no lo encontraba tampoco tan fácilmente. Será el momento de gritar a los cuatro vientos, ante miles de servicios de atención al cliente que en el mundo son, que “¡buscamos humanos, personas!”, que nos atiendan en el terco día a día digital. En mi caso, comprendí en mi interlocución con “un humano” de Amazon, el significado de la cuarta acepción del adjetivo “humano” en el diccionario de la Lengua Española, en su actualización de 2022: ese “humano” fue una persona “comprensiva y sensible a los infortunios ajenos”. 

Una vez más y en el contexto digital en el que estamos instalados, se comprende bien que al buen entendedor “humano”, con pocas palabras “humanas” basta.

 

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UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

 

Orobroy, el pensamiento profundo de Dorantes

Sevilla, 20/IV/2024

Orobroy, en lenguaje caló, la obra maestra del pianista David Peña Dorantes  (Lebrija, Sevilla 1969), publicada en 1998, con un significado profundo en castellano, pensamiento, forma parte de mi memoria histórica por la relación que hace ya muchos años mantuve con la familia Peña, en Lebrija (Sevilla), una saga familiar gitana vinculada con los Perrate de Utrera, también en la provincia de Sevilla. La llevo en mi persona de secreto, fundamentalmente a Juan “El Lebrijano” y a su hermano Pedro, de los que estuve muy cerca por el fallecimiento repentino de su padre en el Hospital Universitario San Pablo, consolándolos y transmitiéndoles mi afecto. Ahora, Dorantes, hijo de Pedro, me recuerda a diario con ”Orobroy”, su maestría de composición e interpretación con el piano flamenco, en un fragmento incorporado como tono de llamada en un móvil familiar.

Hoy, he recordado también una entrevista en la que Dorantes contaba cómo nació Orobroy: “Pues el recuerdo que tengo es una fiesta que se formó en el salón de la casa de mi tío Juan El Lebrijano. No recuerdo qué se estaba celebrando, sólo que estaba toda la familia. Estaba mi abuela, todos mis tíos por parte de Lebrija, Fernanda y Bernarda que también vinieron de Utrera, y hasta La Turronera. Yo me quedé allí a dormir y recuerdo que me levanté por la mañana y, como mi tío Juan tenía un piano en la casa, me senté y di los primeros acordes de Orobroy esa misma mañana, intentando expresar lo que había sentido. Y ahí empezó. Cuando llegué a Sevilla, terminé de desarrollarla con aquella idea”.

Lo importante de esta composición es su extraordinaria partitura integral, que refuerza con su letra, cuyos autores son Pedro Peña Fernández y su hijo, David Peña Dorantes, para comprender mejor qué quiso transmitirnos Dorantes con esta bella obra, cantada por un coro de niños y niñas, reivindicando una historia dolorosa del pueblo gitano y su forma de devolver al mundo una muestra de su dignidad humana y asunción liberadora del castigo multisecular que ha sufrido y sufre esta etnia:

Bus junelo a purí golí e men arate

Cuando escucho la vieja voz de mi sangre

Sos guillabela duquelando palal gres e berrochí

Que canta y llora recordando pasados siglos de horror

Prejenelo a Undebé sos bué men orchí callí

Siento a Dios que perfuma mi alma

Ta andiar diñelo andoba suetí tujis pre alangarí

Y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor

En este mundo al revés, sumido en guerras imposibles, me emociona hoy pensar que podemos sembrarlo de rosas en vez de tanto dolor. Y escucho como en bucle permanente el mensaje de las notas de esta preciosa composición, porque Dorantes, cuando la toca, nos arranca lágrimas, algo parecido a lo que Gabriel García Márquez dijo en una ocasión refiriéndose a su tío Juan: cuando Lebrijano canta, se moja el agua

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

El horror fotografiado en Gaza, que denuncia silencios cómplices (II)

Mohammed Salem / REUTERS

La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. / Los civiles tienen miedo a los militares. / Los militares tienen miedo a la falta de armas. / Las armas tienen miedo a la falta de guerra. / Es el tiempo del miedo.

Eduardo Galeano, en El miedo global

Sevilla, 19/IV/2024

El pasado 21 de marzo publiqué por primera vez el artículo que sigue. Hoy vuelvo a hacerlo, al haber obtenido ayer el World Press Photo de 2024, la imagen que reproduje ese día en la cabecera, a título de denuncia reiterada de lo que ha sucedido y sigue sucediendo en Gaza, porque no quiero participar en silencios cómplices, que ayer tuvo una manifestación excelsa, yo diría que impresentable, al vetar EEUU en la ONU su apoyo a la solicitud de Palestina para su reconocimiento, en la citada organización, como miembro de pleno derecho. Una vez más, el mundo y la ONU al revés.

El horror fotografiado en Gaza, que denuncia silencios cómplices

Sevilla, 21/III/2024

Incorporo hoy a mi cuaderno digital una imagen, que acaba de ganar el premio Ortega y Gasset de Periodismo a la mejor fotografía en 2023, otorgado por el diario El País en su 41ª edición, en la que figura una mujer palestina, Inas Abu Maamar, abrazando el cuerpo de su sobrina de 5 años, Saly, muerta tras un ataque israelí, el 17 de octubre de 2023, en el hospital de Nasser, en Gaza.

Contemplando esta imagen, que me conturba y conmueve, he recordado uno de mis principios, Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio, aprendido hace ya muchos años del abate Joseph Antoine Dinouart. en un precioso libro (1), El arte de callar(Principio 1º, necesario para callar). Estamos pre-programados genéticamente para hablar, lo que nos lleva a comprender que callar es un arte y una defensa neuronal, perfectamente organizada en el cerebro, mediante la complementariedad sinfónica de diversas estructuras cerebrales, porque la realidad terca es que tenemos que hacer esfuerzos para callar porque no estamos pre-programados para ello. Hablamos porque recordamos: palabras, gestos, acontecimientos vitales, entre otras razones de vida, como pueden ser las imágenes de esta guerra en Gaza. Callamos, porque inhibimos determinadas palabras, gestos, acontecimientos vitales y todos los aprendizajes acumulados a lo largo de la vida sobre estas estructuras conductuales y éticas. Y los silencios se acaban proyectando también a través de los estereotipos definidos en determinadas enfermedades mentales y sociales, como pueden llegar a ser los silencios cómplices que tanto detesto. 

Vuelvo a leer el libro citado, yendo directamente a la página 53, donde figura el último principio necesario para callar, el 14º: “El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. En definitiva, ética cerebral del silencio y ruptura del mismo cuando se convierte en silencio cómplice porque, callando, hacemos mucho daño a los demás o dejamos pasar situaciones impresentables e inadmisibles desde la perspectiva de derechos y deberes humanos, como las que estamos viendo y consintiendo todos los días en Gaza, sin mezcla de denuncia alguna por cualquier medio, legitimado en derecho, como puede ser esta fotografía premiada. Cada uno, cada una, con su responsabilidad en alzar la voz de denuncia para acabar con esta escalada de irresponsabilidades públicas en los Gobiernos mundiales, los que en definitiva son los auténticos Señores de la Guerra.


(1) Dinouart, A., El arte de callar. Madrid: Siruela, p. 53 (4ª ed.), 2003.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Rosalinda Miller Cid, una poeta que vivió y murió en la calle

Cada vez que alguien escribe un verso / el Juicio Final se aleja un segundo.

Rosalinda Miller Cid

Sevilla, 18/IV/2024

En mi singladura actual, acabo de descubrir una isla desconocida, la vida y obra de una poeta excepcional, Rosalinda Miller Cid (1966-2019), situada en el espectro de las nadies de Galeano, fuera de los circuitos oficiales del mercado, de la industria pura y dura de la vida y, concretamente, del libro, en el que emergen editoras de gran dignidad humana y profesional. Es obligado, por mi parte, reconocer que este hallazgo lo debo a la lectura de un artículo escrito con alta sensibilidad humana en elDiario.es: Rosalinda Miller Cid, la revelación de la poesía española que vivió y murió en la calle, del que recomiendo su atenta lectura.

En este caso, la editora sevillana Libros de la herida, ha publicado Otro día en un jardín extraño. Poesía de una vida sin hogar, un libro que recoge poemas de un cuaderno mágico de Rosalinda Miller y, otros, aportados por personas a las que ella los entregó en algún momento de su vida. El libro es un homenaje póstumo a esta poeta, que vivió y murió en las calles de Sevilla, de la que siempre se ha sabido poco, aunque su deambular por las aceras de esta ciudad, a las que tanto amó la urbanista Jane Jacobs, la hizo muy popular en el barrio de la Macarena, en la que Stefan Zweig, en una visita breve, dijo que “se podía ser feliz”.

No la conocí en mi andar cotidiano por esta ciudad y ese barrio, pero quien desee acercarse a esta mujer que hizo poesía de su azarosa vida, debe leer el prólogo de esta obra, escrito por David Eloy Rodríguez, una persona de las imprescindibles de Brecht, que la editora, de forma generosa, ha puesto a disposición de quien esté interesado en conocer a Rosalinda y la forma en la que se ha elaborado un justo reconocimiento a su persona y obra. También es justo señalar el papel que juega en esta ciudad el laboratorio de escritura creativa para personas sin hogar, que el autor del prólogo programa, coordina e imparte en un espacio facilitado por la asociación Solidaridad para el Desarrollo, al que Rosalinda acudía de forma asidua y con una actitud ejemplar.

La sinopsis oficial de esta obra, nos ofrece una oportunidad de compartir su forma de aprehender la vida desde la poesía de una persona perteneciente a una clase de personas que, en su difícil e incomprendido día a día, nos enseñan el auténtico valor de la dignidad humana: “Rosalinda Miller Cid (Sevilla, 1966 – 2019) murió en la calle. Era una persona sin hogar. La poesía era su refugio, su manera de comprender, contar y transformar el mundo. Lo poco que sabemos de su vida (una existencia intensa, agitada y azarosa, repleta de enigmas) lo cuenta en el prólogo de este libro David Eloy Rodríguez, así como la forma en que estos versos llegaron a verse publicados: una historia singular. La impactante voz poética de Rosalinda recoge con sabiduría y precisión, con intensidad y hondura, la experiencia de la más radical intemperie. Los derechos de autor de este libro irán destinados a las personas que sufren marginalidad y exclusión social”.

Todavía, a la hora de enfrentarme hoy a esta página en blanco, sigo dedicando tiempo de mi silencio interior a un poema de este libro, en el que Rosalinda Miller habla de sus “posesiones”, título del mismo, demostrando una vez más que a ella sólo le quedaba la palabra: “El diccionario secreto de las heridas./ Un maquillaje de silencio en una cajita de amargura./ Una foto de la morada ausente./ La carga de un batallón de miradas incesantes./ Las agujas de un reloj que tiene las horas rotas./ El sufrimiento de un largo camino./ La orquesta de la necesidad./ Una almohada sin sueño ni descanso./ El yugo de una vida perdida./ Un equipaje estancado en el abismo./ La desnudez plena en una realidad que no se elige./ Un diario que escribo sola, en húmedos cartones, por la noche./ Un mapa para perderse en el tiempo de la oscuridad”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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